Marc Aso Roldán
masor@uoc.edu
Estudiante del Grado de Psicologia de la Universitat Oberta de Catalunya (UOC)
Trabajo final del Prácticum de Investigación del Grado de Psicologia
Revisado por Daniel López
Articulo de revisión de la literatura científica
Barcelona, 28 de Gener del 2015
Introducción
Una característica bien documentada en la literatura científica sobre el proceso de envejecimiento es que este es muy heterogéneo ya que las personas nos diferenciamos progresivamente unos de otros a medida que envejecemos (Hidalgo, 2001; Mishara yRiedel, 2000; ver también Altarriba, 1992; Aragón, 1980). Esto se debe a que este proceso no es lineal sino que es afectado por una gran multiplicidad de factores acumulativos, de tipo biopsicosocial, que hacen que adquiera diferentes ritmos en cada persona, con varias fluctuaciones en cada momento de la vida.
Sin embargo, hay una serie de estresores, tanto físicos como psicológicos y sociales, que están asociados más a la vejez que a ninguna otra etapa de la vida y que, por tanto, no sólo actúan cuando están presentes sino como expectativa de lo que está por venir (independientemente de que tal situación se llegue a producir). Por estresor entendemos «cualquier situación, ya sea social, ambiental o interna, que exige un cambio en la manera habitual de comportarse de un individuo» (Holmes y Rahe, citados en Lawrence y Schigelone, 2002, p. 685, la traducción es nuestra). Entre ellos podemos encontrar los siguientes: deterioro físico y psicológico, tales como artritis o pérdidas de memoria; discapacidad física o mental; enfermedades crónicas o agudas; procesos de duelo relacionados con la pérdida de seres queridos como familiares, amigos, pareja (viudedad), o la salida de hijos del hogar (nido vacío); dificultades económicas; deterioro de la red de relaciones sociales; percepción de vulnerabilidad; alta hospitalización; miedo a la muerte; aislamiento social; soledad; etc.
Por otra parte, en esta etapa de la vida se producen una serie de cambios en la propia identidad: por ejemplo, la jubilación puede menguar la identidad profesional, o también puede faltar un grupo de referencia durante esta etapa de la vida (identidad grupal), el rol de padres o madres también se modifica debido al fenómeno del nido vacío, etc. Otros factores como las institucionalizaciones diversas o el propio desarrollo tecnológico y social (Olphert y Damodaran, 2013) también pueden tener su influencia. En otras palabras, existe el riesgo de que el cambio se produzca demasiado deprisa, afectando a todos los niveles y estructuras que definen la realidad de la persona. De hecho, se podría decir que aún continúa vigente la visión de Perkinson (1980), según la cual todavía no se han diseñado alternativas normativas y roles adecuados para las personas mayores en nuestra sociedad, lo que las puede llevar a una situación de anomia.
Es en este contexto de desafío y de enfrentamiento con una realidad difícil y ambigua que aparecen las comunidades cohousing senior. Estas comunidades se caracterizan por ser una «comunidad intencional» donde personas de cierta edad conviven, en las que se favorece la interacción social y la ayuda mutua, preservando y respetando los espacios individuales e íntimos (Durrett, 2009).
En este sentido, si atendemos a la forma que adquieren las relaciones sociales que tienen lugar en estas comunidades, nos daremos cuenta de que se respira un ambiente del tipo hoy por ti y mañana por mí (Glass y Vander-Plaats, 2013; Lawrence y Schigelone, 2002). A este respecto, la teoría del banco de apoyo de Antonucci y Jackson (citados en Lawrence y Schigelone, 2002), nos proporciona un buen marco para entender esta combinación de elementos: individualidad, colectividad y apoyo. Así, desde esta perspectiva se entiende que un individuo «invierte» en apoyo a la comunidad (banco) y ésta se la devolverá en un futuro con el apoyo que necesite. Consiste, por tanto, en un bucle que se retroalimenta a sí mismo y que tiene una proyección futura clara.
Podemos ver claramente como las dos caras de las comunidades cohousing senior, la individual y la comunitaria, quedan bien definidas y diferenciadas y, al mismo tiempo, permanecen interconectadas mediante la provisión de apoyo. Sin embargo, esta forma de relación no explica el surgimiento de estas comunidades como respuesta a una realidad difícil y complicada, sino que sólo refleja la forma que adquieren las relaciones sociales de ayuda y de apoyo dentro de estas comunidades teniendo en cuenta los espacios físicos y sociales actuales.
Para obtener una visión más completa no sólo podemos hacer referencia al cómo sino que también tendremos que hacer referencia al por qué. Este por qué, precisamente, se define en las estrategias de afrontamiento que adquieren las personas para encarar todos los retos que caracterizan esta etapa de la vida en nuestra realidad contemporánea.
De acuerdo con Lazarus y Folkman (citados en Lawrence y Schigelone, 2002), el proceso de afrontamiento requiere, por un lado, una evaluación del estresor que determine el nivel de la amenaza y, por otro, una acción, cognitiva e instrumental, que sirva para combatir el estresor. En este sentido, Lyons, Mickelson, Sullivan y Coyne (1998), nos proporcionan un marco ideal para distinguir los tipos de afrontamiento que se pueden dar:
Si nos fijamos, en el cuadrante inferior izquierdo (rojo), encontramos un tipo de afrontamiento individualista, en el cual la persona percibe el problema y la resolución del mismo como propios. Es decir, que la persona es la única responsable de evaluar el estresor y de buscar recursos para reducir, gestionar o eliminar el estresor (Lyons et al., 1998). Por ejemplo, una persona mayor podría hacer Sudokus con la intención de mantener las funciones cognitivas. En el cuadrante inferior derecho, la evaluación del problema sigue siendo individualista pero la responsabilidad es compartida. Sería el caso de personas que buscan ayuda para solucionar un problema que se define como propio. Por ejemplo, se daría cuando una persona se da cuenta de sus problemas de memoria y pide que la acompañen al médico. La implicación de los otros, pues, es pasiva, dado que no hay una evaluación por parte de los demás y el individuo es quien dirige la acción. En el polo opuesto, en el cuadrante superior izquierdo, encontraríamos una situación donde tanto la persona que cuida como la que es cuidada evalúan el problema de forma colectiva pero sólo una de ellas actúa y toma medidas. Este sería el caso de un matrimonio que interpreta el Alzheimer como problema de los dos (los dos tenemos que hacer frente a la enfermedad), pero sólo el cuidador o la cuidadora se responsabiliza de los cuidados, de la organización de las citas con el médico, de las diferentes actividades, etc. Según Glass y Vander-Plaats (2013), estos dos últimos cuadrantes (segundo y tercero, en amarillo) se relacionarían con el «apoyo mutuo» ya que para proporcionar apoyo o recibirlo no se requiere ningún tipo de coordinación entre la evaluación y la acción ya que ambos aspectos se generan por separado, de forma independiente. Sencillamente, pues, hay un intercambio de ayuda entre dos partes claramente diferenciadas.
En contraposición, en el primer cuadrante (azul) encontramos el afrontamiento comunal. Éste se caracteriza por una evaluación del estresor y una acción conjuntas, colectivas y cooperativas. Más concretamente, Lyons et al (1998) definen el enfrentamiento comunal como «la puesta en común de recursos y esfuerzos de muchos individuos (parejas, familias, o comunidades) para afrontar la adversidad» (p. 580, la traducción es nuestra). En otras palabras, se requiere que tanto la evaluación del problema como la asunción de responsabilidad respecto a su solución sean vistos desde la perspectiva de un «nosotros». Específicamente, los componentes del afrontamiento comunal son tres: (1) Orientación de afrontamiento comunal, que resulta de la creencia de que «juntarse para tratar con un problema particular es beneficioso, necesario y/o esperado» (Lyons et al, 1998, p. 584, la traducción es nuestra); (2) Comunicación sobre el estresor, donde hay información compartida sobre las circunstancias y los significados del estresor y; (3) Acción cooperativa, dado que debe haber una colaboración en la formulación de estrategias para reducir el impacto del estresor y para conducir la adaptación a las nuevas circunstancias (Lyons et al, 1998 ).
Tradicionalmente, sin embargo, este estilo de afrontamiento se ha estudiado en catástrofes naturales, como inundaciones o terremotos, y también en guerras, accidentes nucleares, actos terroristas, opresión política o despidos masivos (Lyons et al, 1998). Esto lo podemos entender debido a que estos infortunios impactan repentinamente a una gran cantidad de personas que se encuentran en un mismo entorno geográfico, por lo que los efectos en las personas y sus causas son compartidos. En este sentido, es interesante observar cómo, ante este tipo de eventos se forman comunidades o plataformas de ayuda mutua que dan entidad a los afectados. Podemos deducir, por tanto, que para los científicos sociales es relativamente fácil de detectar este tipo de comportamientos ante eventos colectivos traumáticos.
Sin embargo, si bien es cierto que los estresores propios del envejecimiento no responden a una causa común y que tampoco hay un impacto repentino en todas las personas, hemos podido constatar que durante este proceso se producen un cúmulo de circunstancias que tienen un efecto concreto en este sector de la población. Ante esto, cabe preguntarse: ¿el estilo de afrontamiento comunal también se podría aplicar a la senectud y, si es así, qué papel juega? Esto es lo que hemos intentado responder con este trabajo.
Metodología
Para responder a la cuestión principal de este trabajo, hemos realizado una revisión de litera-tura, principalmente en lengua inglesa, dado que es en este idioma que podemos encontrar información científica relevante y actual sobre el tema.
Específicamente, una revisión bibliográfica consiste en buscar, recopilar, organizar, analizar y sintetizar una amplia cantidad de información publicada en diversas fuentes para adquirir una perspectiva global sobre el estado de una cuestión determinada. Se han tomado, pues, diversas posturas y diversos puntos de vista relativos al seniorcohousing y se ha intentado crear un cuerpo teórico coherente en torno a este tema que permita reducir la heterogeneidad.
Para este fin, se ha intentado aglutinar tanto información teórica como información estadística y cualitativa proveniente de diversos autores. El motivo que subyace a esta decisión es el hecho de poder contrastar la teoría existente con información empírica que permita visualizar un punto de vista singular y global a la vez.
Otro motivo es la ausencia casi total de publicaciones científicas referentes a la realidad española. En este sentido, hemos pensado que era necesario comprobar si la información existente hasta ese momento era extrapolable a nuestro contexto, contrastándola con información proveniente de fuentes inglesas y con información interna recopilada de comunidades y organizaciones con presencia en España. Concretamente, la información principal en lengua castellana ha podido obtenerse tanto de la asociación «Jubilares» como del «Centro Social de Convivencia para MayoresTrabensol».
Para encontrar publicaciones científicas adecuadas se ha utilizado, principalmente, Google Scholar y el gestor de referencias Mendeley. Los perfiles de búsqueda siempre tenían como base el concepto de «cohousing», cosa que se complementaba con «socialrelationships» y otros términos equivalentes y/o similares a nivel semántico, como «interpersonal relationships», «personal ties», «connectedness», etc. En este sentido, cabe destacar que el objetivo primero fue el de encontrar qué formas de relación y qué vínculos se establecían entre los miembros que formaban parte de una comunidadcohousing senior. No obstante, la misma evolución de la búsqueda bibliográfica ha influido sobre los objetivos iniciales en un proceso iterativo de búsqueda-lectura-revisión, cosa que los ha modificado de una forma dramática. Concretamente, la pregunta ha ido madurando hacia el concepto del «communal coping» dado que dentro de las relaciones sociales que se establecen en las diferentes comunidades analizadas, siempre encontrábamos un fuerte componente de afrontamiento a los diferentes retos que supone el envejecimiento. El documento que nos puso en esta pista tiene el títulode «Aging in a Community of Mutual Support: The Emergence of an Elder intentional Cohousing Community in the United States«, de Anne P. Glass (2009).
Discusión
Podemos encontrar muchos tipos de comunidades diferentes. Por ejemplo, hay comunidades familiares, en el que se comparte el hogar con otras generaciones, comunidades de vecinos, en que se comparten ciertos gastos, comunidades religiosas, en las que se comparten ideas o cierta espiritualidad, etc. Sin embargo, ¿qué es lo que ha llevado a la formación de unas comunidades sólo constituidas por y para personas mayores? ¿Qué formas de verse y de ver al otro han creado la necesidad de construir este tipo de comunidades? Más arriba ya hemos resuelto una parte de la ecuación cuando hemos hecho mención de los estresores característicos de la tercera edad. Pero esto, por sí solo, no puede conducir al concepto del senior cohousing. Otro ingrediente muy importante es el tipo de respuesta que se da a estos estresores. Es decir, que la existencia del senior cohousing se da, principalmente (pero no exclusivamente), debido a la interacción entre estresores compartidos por la población sénior y un estilo de afrontamiento comunal que define una manera de relacionarse y de interactuar entre las personas que forman parte de la misma.
Es interesante, en este sentido, observar cuáles son las motivaciones principales que lasperso-nas grandes arguyen para vivir en una comunidad cohousing. Si nos fijamos en los trabajos de Choi (2004), encontramos que casi 2/3 (62,3%) de las personas entran a uncohousing motivadas, en cierta o gran medida, por razones de seguridad. En este sentido, ganar seguridad implica combatir la sensación de vulnerabilidad, real o percibida, en la que se enfrentan las personas durante el proceso de envejecimiento. Así pues, el incremento o la preocupación por la seguridad se relacionarían de forma directa con la condición de «persona mayor».
Otras razones importantes encontradas por Choi (2004), que se pueden relacionar con el afrontamiento a diferentes situaciones características de la vejez, de una forma directa o indirecta, serían: tener un gran contacto con otros vecinos (61,4%), cosa que podemos relacionar con el afrontamiento del aislamiento social; realizar actividades en común con otros vecinos (58%), aspecto vinculado al afrontamiento de la soledad (como precepción subjetiva); escapar de las preocupaciones de la gestión de la casa y del jardín (49,8%); y, finalmente, por razones ideológicas (82,5%). Por su parte, Glass y Vander-Plaats (2013) observan que las principales motivaciones de los individuos para trasladarse a una comunidad senior cohousing eran las de adquirir un sentido de comunidad y proporcionarse apoyo mutuo.
Incluso, profundizando en las actividades que realizan en la comunidad, podemos encontrar una vinculación, de una manera u otra, con proporcionar y recibir apoyo. Por ejemplo, el solo hecho de reunirse a menudo, ya sea para tomar café o para compartir alguna comida (Choi, 2004), implica un afrontamiento comunal dado que estas reuniones no se producen en el vacío, sino que representan un espacio donde poder compartir ideas y conversaciones diversas sobre cualquier tema que les afecte (carencias, la muerte, la soledad misma, etc). Glass y Vander-Plaats (2013) también describen otro tipo de reuniones que se dan en el Elder Spirit Community (Virginia, EEUU), las «Pod meetings«, que se llevan a cabo en casas particulares con el objetivo de compartir temas más personales e íntimos. En otras palabras, todas estas actividades sólo tienen sentido en un contexto de afrontamiento comunal. Tanto es así que Lawrence y Schigelone (2002) distinguen entre cinco tipos de ayuda y apoyo que tienen lugar en los cohousing seniors: caritativa, amigable, compensatoria, empática y orientada al grupo.
De hecho, esto es lo que se conoce como «solidaridad en el envejecimiento» (Lawrence y Schigelone, 2002; Glass y Vander-Plaats, 2013), dado que se observa una apertura a hablar de todos aquellos procesos, miedos e inquietudes que les afectan de una manera u otra y que hemos mencionado más arriba, como son el deterioro sensorial o físico, la muerte o el mismo proceso de envejecimiento. Se podría decir que el hecho de compartir los mismos estresores les hace ser más conscientes de las necesidades y preocupaciones de los demás, lo que les impulsa actuar de una manera más prosocial. Un ejemplo lo encontramos cuando un miembro de la pareja se queda viudo en unsenior cohousing. La despedida y el duelo se hacen y se elaboran en compañía: esto hace, como dicen en un cohousing, «que la soledad, imposible de paliar, sea más llevadera».
En este proceso, vemos aspectos relacionados con un tipo de afrontamiento comunal. Elpri-mero es que se puede hablar de la muerte y de la viudedad más directamente. Por otra parte, se utiliza un lenguaje centrado en el «nosotros», que ampara tanto al viudo/a como el/la fallecido/a.
Por lo tanto, vemos que se esbozan unas estrategias compartidas para afrontar el estresor que representa para todos la muerte de una persona. En la mayoría de casos, el «nosotros», como expresión de comunidad, es tan intenso, que en muchos cohousing se denominan a sí mismos, en los documentos propios y públicos, como «gran familia». Esto pone de manifiesto que personas que no se conocían con anterioridad han establecido unos lazos emocionales tan intensos como podrían ser los familiares.
Todo esto representa una forma muy efectiva apoyo y amparo grupal y comunal, pero también hay otras formas en las que este tipo de afrontamiento también se hace evidente. Un ejemplo es la forma de proporcionarse cuidados entre todos: cuando alguien sufre alguna lesión o enfermedad, los unos alientan a los otros, y los otros a los unos, para proveer comidas, transporte, medicación o ayuda con otras tareas.
Todas estas estrategias son del tipo correctivo, es decir, se dan cuando el mal se ha producido, pero hay que añadir que también se desarrollan estrategias a nivel preventivo. Este es el caso del «buddy system» (Lawrence y Schigelone, 2002), a partir del cual unos vecinos están alerta sobre el bienestar de los demás a partir de llamadas diarias o colgando cualquier cosa en la puerta que señale que esa persona se ha levantado de la cama por la mañana y está bien de salud.
Por último, cabe mencionar que este tipo de afrontamiento no puede nacer de forma espontánea, sino que debe de haber un sistema de valores, de carácter ideológico que lo apoye. De hecho, si recordamos los trabajos de Choi (2004), hemos visto que los principales motivos para vivir en una comunidad cohousing senior eran, precisamente, las razones ideológicas, con un 82,5%. Ideología y afrontamiento comunal, desde esta perspectiva, serían las dos caras de una misma moneda. En este sentido, las distintas comunidades disponen de varios métodos para hacer converger los valores individuales con el proyecto grupal. Un ejemplo sería realizar procesos de selección a las personas que pretenden entrar a vivir a una comunidad, como es el caso del cuestionario del ElderSpirit Comunity (Glass, 2009). Otro ejemplo lo proporcionan desde Jubilares (2012), donde proponen procesos formativos y/o de adaptación, como por ejemplo dinámicas de grupo, a partir de los cuales fortalecer los vínculos del grupo y las normas internas de organización y funcionamiento. Si no fuera así, podrían aparecer conflictos (Bouma yVoorbij, 2009).
Por otra parte, Mickelson, Lyons, Sullivan y Coyne (2001) afirman que,
«El afrontamiento comunal puede concebirse como un método para facilitar la cohesión grupal y usado como un método para proveer retroalimentación sobre la calidad de las relaciones y futuras expectativas hacia la relación. Más allá de la familia, el enfrentamiento comunal puede también ser central para adquirir un sentido de comunidad y, en algunos casos, esencial para el mantenimiento de la comunidad. «(P. 190, la traducción es nuestra).
Conclusión
En resumen, lo que se puede afirmar es que en los diferentes cohousings seniors subyace el afrontamiento comunal como aspecto fundacional de la comunidad. Estas diferencias son, precisamente, las que los distinguirían de otras situaciones y colectividades en las que también se puede observar este tipo de afrontamiento, dado que las comunidadescohousing senior tienen una proyección clara de futuro y, por tanto, hay una inversión a largo plazo donde la moneda de cambio es la provisión de apoyo.
Así, este tipo de afrontamiento ante estos estresores particulares que caracterizan al último tercio del ciclo vital fomenta, constituye y fija un tipo de comunicación interpersonal característica. Ésta toma un carácter más prosocial y comprensiva, centrada en la normalización de ciertos aspectos de la vida en esta franja de edad, capaz de romper ciertos tabúes y también de establecer lazos profundos entre las personas que conviven.
Queda claro, pues, que el hecho de proporcionar apoyo y ayuda a los demás configura una forma de relacionarse en sí misma que justifica la existencia de los cohousingseniors. Es decir, según la evidencia analizada, podemos afirmar que el afrontamiento comunal tiene un papel central en la formación de las relaciones interpersonales y del vínculo entre las diferentes personas que componen el senior cohousing.
En resumen, el afrontamiento comunal en el entorno de los cohousing senior es una forma de vida donde se generan ciertos valores y ciertas formas de hacer y de ser, capaces de generar una forma cultural creada en base a un modo de percibir las relaciones con uno mismo y con los demás.
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